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Descifrando enigma

A lo largo de la historia, al ser humano se le han ido presentando diversos retos que explicasen la naturaleza o su naturaleza. El porqué de las cosas, la noche y el día, porqué crecen las plantas o la distancia a la Luna o a otros cuerpos celestes.

In ille tempore el tipo de enigma que se ha presentado ha sido traducir signos o escrituras históricas imposible referidas a culturas ya extintas y de las que solo disponíamos de un muestrario de signos en arcilla o piedra con difícil extrapolación.

La traducción de esos signos ha supuesto un gran hito en la historia y quizá el más representativo por su repercusión y, un poco también, por el halo romántico que rodea a una cultura fascinante y extinta como la egipcia clásica de los faraones.

Solo la Piedra Rosetta encontrada en la expedición francesa promovida por Napoleón (un gran estadista y militar, amén de un ególatra invasor de Europa, a partes iguales) y traducida completamente por Jean-François Champollion (tras un trabajo inicial de Thomas Young), permitió conocer el verdadero significado de un lenguaje jeroglífico y simbólico.

A veces, conocer las palabras exactas de una frase no permite interpretar el verdadero significado de una oración. Eso se debe al diferente valor que tienen letras o palabras según se sitúen en un lugar u otro y a los modismos semánticos que pueden alterar palabras o frases.

En español, términos como concha, coger, venado… pueden tener más de una acepción a veces sonrojante.

Por tanto descifrar un enigma, como sucedió en la II Guerra Mundial con el código cifrado del ejército alemán, puede suponer un gran avance para conocer los planes del enemigo y prevenir sus acciones o daños.

En nuestro contexto actual, uno de los enigmas que más esfuerzo e interés ha despertado es el conocimiento del genoma humano.

El genoma es el conjunto de datos de diseño de cada ser humano. Son datos que se transmiten cifrados, encriptados en un código químico simple y complejo a la vez. Simple, pues se escribe con apenas cuatro letras, que representan las bases nitrogenadas que componen los genes. Complejo porque la variación en el orden de esas piezas y el número total de ellas en cada segmento delimita dimensiones, aspecto, funciones y capacidades de ese ser humano.

Tenemos 46 cromosomas, algo más de 20.000 genes o unidades básicas de información codificada y unos 3.200 millones de pares de bases nitrogenadas que nos definen y predestinan completamente.

Toda esta información la podemos detectar e interpretar desde la concepción y en cualquier célula del cuerpo. Una muestra de sangre o de saliva aporta células suficientes aunque algunas muestras son más fácilmente accesibles o analizables, mediante dispositivos que pueden recoger y preservar la muestra para ser analizada a distancia.

El primer paso era conocer ese código. Ahora estamos en la fase de leer el mensaje y sobre todo interpretar su significado para utilizar esa información de una forma útil.

En ese sentido, la disponibilidad de una batería de pruebas y evaluaciones analíticas nos permitirá prevenir de una forma eficaz el desarrollo de enfermedades y, en ocasiones, evitar que aparezcan.

En un futuro puede que podamos generar una tecnología que permita una especie de vacuna basada en el genoma y active o inactive y tal vez repare partes de ese mensaje cifrado.

Queda mucho por descubrir si bien podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que el futuro ya está aquí.

Dr. en Medicina y Cirugía DIRECTOR UNIDAD DE DOLOR HOSPITAL LA LUZ Especialista en Anestesiología y Reanimación Profesor Asociado Anestesiología UCM Máster en Acupuntura por la UCM Máster en Dolor por la URJC